miércoles, 9 de marzo de 2016

México, caso de éxito de políticas públicas de eficiencia energética: las evidencias en el sector residencial



En el contexto del sector energético, suele dudarse de lo que en México hacemos por tener un país con un uso más eficiente de la energía. Inclusive, nos parecen muy lejanos los resultados que muestran las gráficas sobre lo que ocurre en países, como Dinamarca, y de estados de la Unión Americana, como California, donde el crecimiento del consumo de energía se ha desacoplado significativamente del correspondiente a la economía y a la población, debido a la aplicación de políticas públicas de largo plazo.

Sin embargo, en México, quizá por una seria carencia de analistas en el campo de la eficiencia energética o porque simplemente no nos habíamos dado el tiempo para hacerlo, no tenemos (salvo para el Horario de Verano) evaluaciones sistémicas y sistemáticas de los impactos de los programas y políticas de eficiencia energética en perspectivas de corto, mediano y largo plazos.

Por lo mismo, nos dimos a la tarea de integrar y analizar series de tiempo de alcance nacional sobre el número de usuarios y su consumo en el sector residencial a lo largo de más de 30 años (1982 a 2014); lo hicimos por tipo de clima (que se define por tarifa), revisamos la evolución del equipamiento en las viviendas, identificamos las principales programas de eficiencia energética orientadas al sector, ubicamos estudios y/o informes de ahorro de energía referidos a sus impactos y, finalmente, realizamos un estimado sobre los resultados de largo plazo de estas políticas públicas.

Los programas de EE

Bajo esta perspectiva, tomamos como referencia el año 1996, ya que éste marca un punto de partida muy importante para las políticas públicas de ahorro y uso eficiente de la energía: en ese año se inicia la aplicación generalizada para el país del Horario de Verano y entran en vigor las primeras Normas Oficiales Mexicanas (NOM) con efecto en el sector residencial, en particular las aplicables a refrigeradores y equipos de aire acondicionado de ventana. Asimismo, en 1996 ya estaban en funcionamiento dos programas operados por la Comisión Federal de Electricidad (CFE): el programa de aislamiento de viviendas en Mexicali y el proyecto Ilumex, orientado a la iluminación residencial en Guadalajara y Monterrey (Tabla 1).

Por su parte, el Fideicomiso de Ahorro de Energía Eléctrica, a partir de 1997 continuó el proceso de cambio de lámparas iniciado en Ilumex. Igualmente, en 2002 se estableció la tarifa Doméstica de Alto Consumo (DAC), que elevó significativamente el precio medio a un universo importante de usuarios. Asimismo, en la segunda parte de la primera década de este siglo se inició la Hipoteca Verde y se operaron dos grandes programas orientados al cambio de refrigeradores y de lámparas.


Las tendencias

Así, al analizar en primera instancia las series de tiempo de 1982 a 2014, en cuanto a número de usuarios y consumo de CFE, ubicamos una evidente tendencia de mayor crecimiento del consumo de energía sobre el correspondiente a número de usuarios: entre 1982 y 2014 aumentaron más las ventas de electricidad (4.32 veces) que el número de usuarios (3.54 veces).
Sin embargo, al llevar el análisis sobre las tasas de crecimiento de número de usuarios y de consumo a dos períodos distintos (1982-1996 y 1997-2014), se presenta la primera evidencia de uno de los impactos más importantes de las políticas públicas de eficiencia energética en México: el desfase, a partir de 1997, de la tasas de crecimiento del número de usuarios del sector residencial respecto al de su consumo en clima templado.

Tasas de crecimiento del número de usuarios del sector residencial por tipo de clima
A su vez, el efecto del desacoplamiento del crecimiento de consumo de energía eléctrica respecto del correspondiente a número de usuarios, se refleja con gran claridad cuando se analiza el consumo promedio por usuario. Mientras que se presenta un crecimiento muy significativo entre 1988 y 1994 (cuando llega a cerca de 1.62 MWh/año) y entre 1997 y 2001 (cuando llega a cerca de 1.75 MWh/año), en 2012 declina hasta llegar a menos de 1.58 MWh/año.

De manera muy particular, el impacto ha sido muy significativo en las viviendas ubicadas en zonas de clima templado, donde el consumo de un usuario promedio ha decrecido desde 2001, y en 2014 fue igual al que se tenía 25 años antes (en 1989).

Por su parte, los usuarios en clima cálido tuvieron también un máximo de consumo promedio en 2001, pero éste se mantiene relativamente constante de 2002 a 2014, lo que se explica, en buena medida, porque las políticas públicas más efectivas han sido las orientadas a mejorar los equipos, aunque han avanzado muy poco en lo que se refiere a la envolvente de las edificaciones, que es lo que determina de mayor manera el consumo de energía en las viviendas ubicadas en regiones de clima cálido [11, 12].

Para darle un matiz más fuerte a este proceso, revisamos la información sobre equipamientos eléctricos que recopila INEGI y que nos indica que el equipamiento eléctrico ha aumentado de manera muy clara entre 1995 y 2010, con el número promedio de televisiones por hogar, que pasó de 1.18 a 1.51, mientras que el de refrigeradores lo hizo de 0.69 a 0.85, el de lavadoras de 0.46 a 0.66 y el de microondas de 0.12 a 0.44.
Los impactos

Ahora bien, para establecer un valor del impacto energético, económico y ambiental de este proceso, planteamos un escenario tendencial (sin política pública), reflejado en una tasa de crecimiento del consumo promedio de 2.4% a partir de 1988 (que es la que se tuvo entre 1988 y 2001), la cual lleva a un consumo promedio por usuario de 2.4 MWh/año en 2014. Este escenario tendencial habría llevado, para el crecimiento registrado en el número de usuarios después de 2001, a un consumo total del sector residencial de poco más de 80,000 GWh en 2014, un valor superior en 34% (27,700 GWh) al finalmente registrado en ese año. Asimismo, el acumulado de ahorro de energía a partir de 1996 se estima en 175,000 GWh, lo que equivale a tres veces el consumo del sector en 2014. En términos económicos, esto representa, en números redondos, un ahorro de 175 mil millones de pesos a los usuarios de energía y 350 mil millones a la hacienda pública.

Para constatar y ponderar este estimado, revisamos los trabajos de evaluación realizados en los últimos veinte años sobre diversas acciones de eficiencia energética en el sector residencial. En particular, se ubicaron resultados de cuatro programas: Ilumex, Horario de Verano, las Normas Oficiales Mexicanas y el Programa de Sustitución de Equipos Electrodomésticos.
Los valores reportados, que sólo consideran una parte de las acciones de ahorro de energía (no se incluyen todas las NOM ni los resultados de la Hipoteca Verde ni del programa Luz Sustentable), están en el orden del impacto considerado más arriba e, inclusive, son más conservadores que los estimados del estudio LBNL-IIE.

Conclusión

El análisis realizado hace evidente el efecto positivo y significativo de las políticas públicas orientadas a la eficiencia energética en el sector residencial, particularmente por el efecto de las Normas Oficiales Mexicanas enfocadas a la eficiencia energética.

En particular, existe un claro cambio en la tendencia de crecimiento del consumo de electricidad sobre el correspondiente a los usuarios, hasta llegar a un decrecimiento, aun cuando aumenta el equipamiento en los hogares; esto, a partir de la segunda parte de la década de los noventas.
Todo esto tiene un impacto estimado, de 1996 a 2014, en 175,000 GWh, lo que equivale a tres veces el consumo del sector en 2014.

Sin embargo, el efecto no es igual para viviendas ubicadas en zonas de clima cálido que para las de clima templado. Esto se explica, en buena medida, porque las políticas públicas más efectivas han sido las orientadas a mejorar los equipos (incluyendo los de aire acondicionado), pero han avanzado muy poco en lo que corresponde a la envolvente de las edificaciones, que es lo que determina de mayor manera el consumo de energía en las viviendas localizadas en regiones de clima cálido.


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